El Diablo Confesor, Toledo




Cuenta una antigua leyenda de Toledo, que cierto día el diablo instó a un respetado e ilustre caballero a acabar con la vida de su hijo para poder llevarse su alma

Don Ángel de Arellano era un ilustre, respetado y serio noble de la ciudad de Toledo que vivía con su hijo Gonzalo en un pequeño palacio en el callejón de San Pedro cercano a la catedral.

Se decía que todo aquel que necesitara los servicios de este hombre siempre le encontraria dispuesto a ayudar, por lo que era muy querido. Don Ángel creía que con sus buenas acciones podría enterrar la mala fama que su hijo tenía en la ciudad, pues el joven siempre estaba metido en líos de faldas, lo que no le hacía gracia a su padre, y además era un ejemplo de mezquindad, maldad y todos los peores adjetivos que un noble no debería acompañar a su apellido.

Un día Don Ángel se enteró que su hijo se había enamorado de Sagrario, una muchacha pobre hija de un pescador del río Tajo. Este hecho hizo que aumentarán las discusiones entre padre e hijo, ya que una unión como esta perjudicaría a su estatus de noble. Las discusiones llegaron a tal magnitud que se decía que las voces resonaban por las noches a muchas calles de distancia.

Don Ángel, desesperado se acercó hasta la catedral con el fin de pedir consejo al sacerdote.
Puerta del Infierno a la izquierda, Puerta del Perdón en el centro y Puerta del Juicio Final a la derecha






















Pero al entrar vio que los confesionarios estaban llenos y con grandes colas, pues era el día de Jueves Santo, por lo que decidió no esperar y abandonar el templo. Al darse la vuelta para salir observó, junto a la Puerta del Perdón, un confesionario vacío y, aunque tenia un estado deplorable, se arrodilló pues su necesidad de buscar consejo era mayor.


Tras la confesión, Don Ángel se levanto con el rostro pálido, lleno de lágrimas y una actitud extraña que llamo la atención de los feligreses que allí se encontraban y, llevados por la curiosidad y extrañados de su comportamiento, se acercaron al confesionario para ver que había ocurrido y con quién estaba hablando, pero al asomarse lo único que hallaron fue polvo.

Al amanecer del Viernes Santo, Gonzalo, el hijo de  Don Ángel, apareció cosido a cuchilladas en el suelo del palacio.  Cuándo acudieron los alguaciles, Don Ángel se defendió argumentando que el confesor le había aconsejado quitar la vida a su hijo, ya que la muerte era mejor que la deshonra y así podría salvar su alma.

Al preguntar en la catedral, el cabildo dijo que la mañana de Jueves Santo no había ningún sacerdote en ese confesionario, ya que se encontraba en desuso. Los feligreses también confirmaron que cuando Don Ángel se fue, en ese confesionario no había nadie, lo único que había era polvo con un extraño e intenso olor a azufre, por lo que todos pensaron que fue el Diablo quien le engaño para matar a su hijo y así arrebatarle su alma.

Para evitar más habladurías las autoridades de la catedral decidieron volver el confesionario contra el muro. Y así seguiría si no fuera porque manos imprudentes lo repusieron a su posición original, aún a pesar del riesgo que corre cada alma arrepentido que allí acuda en busca de consejo… Cuenta la leyenda que desde entonces, nadie se confiesa cerca de la Puerta del Perdón.

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1 comentario:

  1. Muy buen escrito y espero que sigais compartiendo esos relatos,reales o no,pero yo disfruto y seguiré siendo una fiel seguidora,siempre!Gracias por comoartirlos.

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